martes, 9 de diciembre de 2008

Al regreso de Pompeyo Varo

Horacio dedica esta oda a Pompeyo Varo, amigo suyo y, en la batalla de Filipos, compañero de armas. Horacio volvió a Roma después de la derrota, pero Pompeyo debió unirse después probablemente a Antonio hasta que la amnistía dado por Augusto tras la batalla de Accio le permitió volver a Roma. El poeta festeja en esta oda su regreso.

¡Oh tú tan a menudo expuesto conmigo al más extremo peligro
cuando era Bruto el jefe del ejército!
¿Quién te ha devuelto, como ciudadano,
a los dioses patrios y al cielo ítalo,
oh Pompeyo, el primero de mis amigos,
con quien frecuentemente acorté con vino los lentos días,
brillantes por el malobarto sirio?
Contigo conocí Fillipos y nuestra veloz huida,
abandonado sin gloria mi escudo
cuando nuestro abatido valor y nuestras amenazas
tocaron con la barbilla el vergonzoso suelo;
pero a mí Mercurio, veloz,
me sustrajo, asustado de entre los enemigos,
en una densa nube;
a ti el mar te devolvió de nuevo con sus tempestuosas
olas a la guerra, que volvió a acapararte.
Ofrece, por tanto, el obligado sacrificio a Júpiter
y reposa bajo mi laurel
tus miembros cansados por la larga campaña,
y no des tregua a las tinajas de vino para ti reservadas.
Colma las finas copas con el Masico que hace olvidar;
derrama el perfume de las espaciosas conchas.
¿Quién se preocupa de tejer, presuroso,
coronas de húmedo apio o de mirto?
¿A quién designará Venus rey del convite?
Yo caeré en frenesí báquico,
no más cuerdo que los Edonios.
Me es dulce enloquecer por un amigo recobrado.

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