Horacio sobre su padre

Pero si mi forma de ser es de algún modo honesta con pocos y no muy graves defectos -al igual que podrías censurar algunos lunares en un cuerpo hermoso-; si nadie en justicia puede acusarme de avaricia, de sordidez, ni de obscenas acciones; si (aunque sea alabarme a mí mismo) llevo una vida honesta e intachable y soy querido por mis amigos, todo ello es gracias a mi padre, quien, aunque pobre y con pocas tierras, no quiso enviarme a la escuela de Flavia donde nobles muchachos, nacidos de nobles centuriones, con las tablillas y la cartera colgada de su brazo izquierdo, asistían pagando ocho ases todos los Idus. Se atrevió, en cambio, a llevar a su hijo a Roma para ser instruido en aquellas disciplinas en las que cualquier caballero o senador instruye a sus hijos. Si alguien hubiese visto mis vestidos y los criados que, como a la gente importante, me acompañaban, hubiera pensado que aquellos gastos eran sufragados por una ancestral fortuna. Él mismo, mi más íntegro guardián, estaba presente junto a todos mis maestros.

¿Qué más? Me conservó honesto, que es el primer título de la virtud, y no sólo de toda obra sino también de toda mala reputación. No tuvo miedo tampoco de que alguien le pudiese censurar más adelante si yo, como pregonero o como intermediario en las subastas -lo mismo que fue él-, sólo llegase a alcanzar escasos beneficios. Ni yo me hubiese quejado: pero por eso ahora le debo mayores alabanzas y gratitud. Mientras esté en mi sano juicio en nada me arrepentiré de tal padre y no me excusaré de ello como hacen muchos que dicen que no es culpa suya el no tener padres nobles y que hayan nacido libres. Mi pensamiento y mi voz distan mucho del de esos necios: pues, si la naturaleza me invitase, después de un cierto número de años, a volver al pasado y a elegir los padres que cada uno, según sus ambiciones, pudiese desear, yo estaría muy contento con los míos y no querría otros aunque dispusiesen de fasces y silla curul: insensato para la forma de pensar del vulgo, pero cuerdo, posiblemente, para la tuya por no desear una molesta carga que jamás he estado habituado a llevar. Pues acto seguido debería tratar de conseguir una mayor fortuna y cumplimentar a más gente y llevar a uno o dos acompañantes de manera de que nunca podría ir solo al campo o al extranjero...

(Sátiras)