miércoles, 11 de marzo de 2009

Llorad vosotros, Venus y Cupidos...


¡Llorad vosotros, Venus y Cupidos,
y todos los hombres sensibles!
Ha muerto el pajarito de mi amada,
el pajarito, delicia de mi amada,
a quien quería más que a sus propios ojos:
era dulce como la miel, conocía a su
dueña como una hija a su madre
y no se separaba de su regazo,
sino que, saltando de aquí para allá,
solamente a su dueña piaba.
Ahora va por un camino tenebroso
hacia un lugar de donde nadie regresa.
¡Enhoramala vosotras, malditas tinieblas
del Orco, que devoráis todas las cosas bellas:
me habéis robado a mi bello pajarito!
¡Qué desgracia, que ahora por tu culpa,
pobre pajarito, los ojos de mi amada
están rojos e hinchados de llorar.
(Trad. de A. Ramírez de Verger)

Versión del poeta Antonio Rivero

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