miércoles, 11 de marzo de 2009

Cintia fue la primera

¿Por qué no dejas de acusarme de pereza / y de que Roma, tentadora, me demora? / Ella está alejada tantas millas de mi lecho / cuantas Hípanis dista del Erídano véneto; / ni Cintia me alimenta con su abrazo los acostumbrados amores,
ni su voz suena dulce en nuestro oído. / Antes le era grato; en aquel tiempo a nadie le tocó / poder amar con tal fidelidad. / Fuimos motivo de envidia; ¿no me habrá abrumado algún dios?
¿O la hierba nos separa, recogida en cimas prometeicas? / Ya no soy el que era: un largo camino muda a los enamorados. / ¡Cuán grande amor huyó en poco tiempo! / Ahora, por vez primera, solitario, soy obligado a conocer las largas noches / y a que sea, yo mismo, a mis oídos, molesto.
Feliz quien pudo llorar junto a su amada presente: / mucho goza Amor en las lágrimas derramadas; / o si, despreciado, pudo cambiar sus amores, / también hay gozos en la cambiada esclavitud. / A mí no me es posible amar a otra o desitir de ésta; / Cintia fue mi primer amor, Cintia será el último.

(Trad. H. F. Bauzá)

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